"El team argentino no fue cobarde"
El Gráfico
"Han transcurrido unos cuantos días. La reacción de un primer momento está atenuada. Es entonces propicia la ocasión para decir algunas verdades. Lo haremos cumpliendo un deber de ética periodística.
No podemos permitir que se tilde de cobarde al team argentino que actuó en la final de Montevideo. Nos rebelamos contra esa infamia. Nos corresponde esta actitud a quienes hemos censurado al team que intervino contra Francia. En esa oportunidad actuó nervioso, descentrado. Acaso la responsabilidad del primer compromiso, posiblemente el estado de ánimo que supone un debut, lo cierto es que nuestros muchachos actuaron asustados. Pero no creíamos que eso se debía a una falta de coraje sino a otras influencias, entre las que admitíamos serias razones sentimentales. También expresamos que ante los mexicanos, al marcar éstos el tercer gol (los dos anteriores fueron penales), los argentinos se habían achatado aún llevando ventajas en el score y en el juego. Pero refiriéndonos a la final, diremos que las cosas cambiaron. No se puede justificar una derrota calificando de cobardes a quienes lucharon por conquistar el triunfo. Basta para comprobarlo la reacción estupenda del conjunto blanquiceleste cuando los uruguayos marcaron el tercer gol. Todo nuestro team se lanzó de lleno a la ofensiva buscando el empate. Los rivales se replegaron sobre el arco conscientes del peligro. Ballesteros debió intervenir ante varios tiros. Andrade evitó dos goles, una pelota pasó rozando el poste de la derecha cuando Ballesteros nada podía hacer. Nasazzi debió agarrar a Evaristo por la camiseta para que no continuara éste en su avance peligroso, Arico Súarez se había corrido de forward, y muchas otras cosas más.
Ante la inminencia de la derrota el team argentino creció, se multiplicó en un esfuerzo titánico y hasta Mario Evaristo, que nunca se ha distinguido por su valentía, arriesgo sin achicarse ante la figura imponente de Nasazzi. Y así fue como vino el cuarto gol uruguayo. Fue una consecuencia, aunque parezca paradojal, de la ofensiva argentina. Entonces sí cundió el desaliento. Ya estábamos sobre la hora y no había nda que hacer. El match cesaba para los nuestros en medio de la congoja. Los jugadores blanquicelestes no atinaban a nada. Parecían estar resignados y sus actitudes evidenciaban la desesperanza. Y esa actitud se justifica.
¿Había, acaso, alguna remota posibilidad de empatar yendo con dos goles en contra y con menos de dos minutos de juego? Pongámonos cada uno de nosotros dentro del corazón de cualquier jugador de los que sufrieron ese momento. Pensemos en que se habían multiplicado en busca del empate, que lo pudieron obtener, que se les escapó de las manos cuando ya las extendían ávidas para aprisionar la última esperanza, y cuando estaban en esa lucha desesperada se desplomó el ya vacilante castillo de ilusiones que se habían forjado en un momento de reacción heroica. Pensemos en ello y digamos si existe alguna razón para tratar de cobardes, para decirles lo más infamante a quienes fueron capaces de tanto.
En Buenos Aires, la expectativa era tan grande que la multitud se agolpó frente a los diarios
esperando noticias del partido (Los Mundiales y la Copa '82 - España - 1981/2 - ¿Editorial?)
La defensa argentina
Hay que tomar un camino muy distinto para justificar la derrota. Es preciso reconocer que los uruguayos jugaron con una mayor armonía de conjunto y que ése fue el factor que les deparó la victoria. No se nos olvidan los fouls. En los últimos quince minutos del primer tiempo los uruguayos, en su desesperación por alcanzar el empate que necesitaban, prodigaron algunos golpes. Botasso fue atropellado en varias ocasiones, siendo derribado y lastimado. Corroboramos todo esto con las notas gráficas aparecidas en nuestro número anterior. Otros jugadores recibieron porrazos. Juan Evaristo fue una de las víctimas porque fue el que más arriesgó, el que se metió en los entreveros sin detenerse a pensar en las consecuencias. Pero no fueron los fouls los que determinaron nuestra derrota. La verdad es que los rivales nos presentaron una línea media superior a la nuestra, y mientras la de ellos pudo apoyar bien a sus forwards y frustrar la mayoría de los peligrosos avances del quinteto ofensivo argentino, los halves Monti y Arico Súarez flaquearon lamentablemente. Viola, el half de Estudiantes de la Plata, coincidía con nosotros al finalizar el partido diciéndonos: 'Si la defensa argentina se preocupó de despejar el peligro alejando, la uruguaya hacía lo mismo cuando graves problemas le impedían irse para adelante combinando. Los uruguayos evidenciaron una labor de conjunto netamente superior a nosotros. Los backs jugaban admirablemente con los halves y estos con los forwards, estableciéndose así la armonía que les significó la victoria.'
Recordamos las veces que vimos avanzar a Fernández y Andrade haciéndose pases entre ellos para luego entregar la pelota a un forward bien colocado. La defensa argentina tiró siempre para adelante sin pasar. De ahí que los halves uruguayos recogieran muchos rechazos y facilitaran cargas de los suyos. Si la línea delantera argentina hubiera contado con la defensa uruguaya, habría marcado un récord de goles.
Así se reflejó en las páginas de dos vespertinos de la época,
"Crítica" y "La Razón", el desarrollo y la definición del partido
entre Argentina y Uruguay. El match tuvo la virtud de conmocionar
no solo a los aficionados al fútbol; aún en los días siguientes
fue preocupación primordial de la población, de la que dieron testimonio
los periódicos. (El Gráfico y los Mundiales número 2, junio de 1977)
"Crítica" y "La Razón", el desarrollo y la definición del partido
entre Argentina y Uruguay. El match tuvo la virtud de conmocionar
no solo a los aficionados al fútbol; aún en los días siguientes
fue preocupación primordial de la población, de la que dieron testimonio
los periódicos. (El Gráfico y los Mundiales número 2, junio de 1977)
El caso de Monti
Ahora los hay que se quejan contra Monti. Y lo curioso es que se quejan porque se comportó caballerescamente. Le pidieron que no golpeara y no golpeó. Si de ello dependió su fracaso, el cumplió con su deber.
Siempre hemos dicho que Monti basa mucho su conocida eficiencia en su juego violento. Está ahora bien comprobado. Pero no es justo censurarlo. Si durante todo el año protestamos contra el centre half de San Lorenzo diciendo que debe reprimir sus naturales impulsos, ¿por qué vamos a recriminarlo cuando juega correctamente? Dígase que no cumplió una buena performance, pero no se argumenta de que tuvo miedo porque encarna una infamia.
Dos días antes del partido, yendo en compañía del dirigente García y el doctor Pignier, nos decía aquel que el no poder actuar Zumelzú significaba un serio peligro, ya que de tener que apelar a Monti y éste llegara a hacer un foul, podría originarse un grave incidente. El doctor Pignier asentía a las palabras de García. Todos estábamos de acuerdo en que se podía originar una gresca mayúscula de cometer Monti alguna acción ilícita. Por eso se le rogó encarecidamente que evitara los fouls a costa de cualquier sacrificio. Y si el centre half de San Lorenzo cumplió la promesa formulada que atendía a todos los ruegos, ¿por qué ahora se lo va a calumniar ignominiosamente? No. Es infame. Digamos que actuó mal, que otro en su lugar hubiera hecho tal o cual cosa, pero no le critiquemos porque fue un caballero en la cancha a costa de ser un deficiente centre half.
Consideremos que todos los aficionados conscientes que fueron testigos de la lucha final estarán de acuerdo con estas apreciaciones."
Publicado en El Gráfico y el Mundial número 1, mayo de 1977, Editorial Atlántida, Buenos Aires.
No hay comentarios:
Publicar un comentario